Salgo, entro, subo, bajo, veo, siento, veo, siento, veo siento.
Miro, bajo la mirada. Golpe, bajo la guardia. Campana, bajo la cara. Entrenador, agua, toalla, campana. Arriba. Golpe a la cara, yo; golpe a la cara, yo, otro, otro y otro, campana, bajo la cara. Entrenador, agua, toalla, campana; arriba. Costillas, se tambalea, costillas, cara, se tambalea de nuevo, se tambalea, derecha izquierda, cae. Uno...dos...tres. Me sostienen la mano derecha, ahora la levantan. Veo a la gente y parece gritar, no la escucho.
Salgo del estadio, un gran auto espera por mí. Luces del centro porteño; autos; yo. Mis labios empiezan a estirarse para los costados lentamente. Entro al hotel, flash, sonrío. Prensa, mucha prensa, no hablo; sonrío.
Al final del pasillo, ella. Por quien peleo, por quien vivo. La tomo del brazo, me besa y entramos en un pequeño salón. Mesa para dos, velas, un músico al piano. Nos sentamos y hablamos: había sufrido por mí; me había acordado de ella, dice que me ama.
Salimos de allí, vamos a una cena con los de la federación, ella a mi lado sonríe. La gente devuelve la expresión. Se me acerca el presidente, balbucea palabras que no escucho. La aparto de allí, la llevo al medio de la pista y al ritmo de un blues, nos movemos de un lado al otro. Dum...dum...dum...dum.
Sus ojos, los míos, nos entendemos. Salimos a la noche. Inexplicable, nieva en Buenos Aires. Bajo mis brazos mira para arriba; la nieve cae lentamente sobre su piel blanca como los copos. Nos derribamos en el pasto de alguna plaza.
viernes, 8 de junio de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario