jueves, 24 de julio de 2008

Juan José

Antonio espera a Juan José todos los días a las seis de la tarde en la parada del 176. Cuando Juan José llega lo mira, no dice nada y empieza a caminar, a lo sumo una caricia en la cabeza- de esas que despeinan-.
En el camino Juan José esquiva transeuntes de memoria- como algún casi campeón que ahora sólo juega los viernes a la noche esperando el día que alguien se le ponga el frente y le diga que no puede pasar-. A Juan José nadie nunca lo paró, ni siquiera Antonio que le sigue el ritmo a su costado.
Quizás un bocinazo de más, un charco de la lluvia del día anterior, un nene llorando, un pelotazo en un portón o una ya no tan puber a medio vestir; nadie lo para.
Juan José abre la puerta y deja pasar a Antonio todos los días a las sies y cuarto de la tarde.javascript:void(0)